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Primavera en un restaurante de la Sierra

Actualizado: 22 abr

A veces nieva en primavera

‘Pues vaya, ni que fuera la Sofía Loren y el niño es una pizquita’. Recuerdo que cuando venían de visita mis tías, Carmen y Lola, mi madre siempre contaba la misma historia. Aquel 2 de mayo del año 1975 nevó en San Lorenzo del Escorial y desde esa pequeña habitación del hospital de La Alcaldesa, un hombre miraba caer los copos por la ventana, mientras su mujer se recuperaba de una cesárea que a punto estuvo de costarle la vida. Unos pasos más allá, un pequeño bebé de apenas tres kilos seguía luchando por estar en este mundo, vigilado por los médicos en una incubadora. 


Mi padre, no podía ser de otra manera, estuvo varios días sin moverse del lado de mi madre, hasta que por fin fuimos mejorando y nos mandaron a casa, a Valdemorillo, a esa calle la fuente en la que ahora está el restaurante La casa de Manolo Franco. Fueron esos días en los que mis tías se querían quedar con mi madre para que su hermano se fuera a casa a descansar, pero él no podía despegarse de esa cama de hospital. Y ahí entró en acción la frase de marras… la Sofía Loren y eso.. mis tías, a las que adoro. 


Cuentan también que mi padre pretendía arreglarlo todo con una manzanilla. ‘Ya verás como con esto te pones mejor…’. Quizá venga de ahí nuestro gusto por las infusiones del bosque de nuestro pueblo, de hecho en el restaurante ahora cerramos la velada con una infusión recolectada en Valmayor compuesta por manzanilla, lavanda cantueso, anís estrellado y hoja de roble, casi todo lo recogemos en el campo nuestra tarde de los miércoles. Es solo un ejemplo de cómo la memoria te hace construir cosas que a veces no sabes de dónde vienen.  


Suceden cosas extraordinarias en primavera, momento de cambios, de renovación, de quitarse la piel vieja y enfundarse la nueva, de renovar hojas y salir flores hasta en el asfalto, de saber cual es el momento y comprender las realidades que están por venir, pero, sobre todo, de vivir el momento presente como la única auténtica y real verdad que tenemos en esta vida. En primavera dejamos atrás el frío para recibir el calor y, aunque es cierto que en estos tiempos convulsos no siempre es así, con ráfagas de frío cuando deberíamos estar templados y calor veraniego en el momento en el que debería llover, la primavera sigue siendo estación de paso y encrucijada.


Fue en primavera también cuando llegaron otros dos de los momentos más importantes de mi vida: empecé el mayor, más intenso y emocionante viaje de mi vida, comencé a salir con mi mujer, en realidad a pedirle que fuera mi novia, así tenía que ser… y dimos el paso de la aventura de mi vida profesional: crear uno de los mejores restaurantes de la sierra de Madrid, un lugar especial en el que los clientes sean felices. Empezamos la reforma del antiguo Casa Manolo el 14 de febrero y terminamos a finales de mayo para abrir a primeros de junio de 2019, fueron momentos tan complejos, emocionantes y vitales, tan de cambio y verdad que tenían que ser en primavera. Apoyado por mi familia, especialmente por mi mujer Carolina y nuestras dos hijas, pasé por un periodo en el que nos visitó la oscuridad, pero la luz más especial comenzó a abrirse paso hasta llegar al día de la inauguración, pero esa será otra historia...  


La esencia de la primavera, está muy arraigada en nuestra cocina y en lo que ofrecemos en el restaurante: el monte, el bosque, el campo de nuestro pueblo. Valdemorillo tiene casi el ochenta por ciento de su término municipal con algún tipo de protección medioambiental, es decir, estamos a media hora de Madrid, pero en plena naturaleza. Esa es nuestra gran riqueza y la razón fundamental por la que tantos nos han elegido para vivir. En ese espacio está nuestra despensa y la clave de nuestra cocina. Flores y hierbas como el Tomillo, Romero, Lavanda Cantueso, Pino, Jara, Espino Blanco, Roble, Encina… Ingredientes, que integramos en nuestros platos mediante elaboraciones únicas repletas de sabor, de historia y de emoción. Y es que la sensibilidad, quizá un sentimiento que tiene que ver con la primavera, es un tatuaje en nuestra cocina y en la vida. Esto se va a ver reflejado, más allá de cada toque en muchos platos, en un postre que llamamos Primavera en Valmayor. Una alegoría de nuestra esencia de hierbas, flores, campo… Un postre que quizá nace en una foto de mis padres, en esos prados, ambos bellos, jóvenes y enamorados, en una romería al lado de la ermita.


Quería compartir esta historia de amor, la de mi padre hacia mi madre y su hijo pequeño, el mismo que lleva su nombre y el del hijo que se les fue. La de mi mujer y mía, la de este restaurante que es mi vida. 


La pregunta que siempre nos hacen es… ¿por qué dejaste el periodismo para abrir este restaurante? La respuesta es compleja, pero muy simple realmente: gracias al sentimiento más poderoso que existe. Por amor. Hay quien dice que hay que ser valiente para cambiar de vida y lanzarte al acantilado. Pero el amor me ha cosido las alas. Que se lo digan a ese hombre que cuidaba con la mirada a su Sofía Loren aquel 2 de mayo y que no podía imaginar que un día esa ‘pizquita’ que estaba en la habitación de al lado, crearía un restaurante que llevaría su nombre. 


Historias de amor, de primavera, esa estación en la que a veces nieva…




Manu Franco.



Te invitamos a conocer nuestra primavera






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